(Esta
entrada no versa sobre el club checo de fútbol llamado AC Sparta Praha fotbal,
a.s.)
Primero
un torbellino en la cabeza, venir despacio al teclado, una copa de oporto. Y
ahora vacío. Una vez que por fin estoy aquí, todo ese remolino de ideas desaparece
y me quedo en blanco. Lo único que puedo hacer es, pareciera, narrar esa
blancura. Pero es difícil, porque no soy esquimal, porque estoy en contra de
los portugueses precisamente por ser medio portugués. Tomo oporto a falta de
cerveza. Me lo trajo mi viejo en unos de sus viajes por allá.
“—Me
dicen que eres mitad portugués.
—Sí
—respondo—: la peor mitad.”
Lo
importante es darse cuenta de que en fútbol, caerse anímicamente y empezar a
jugar como el culo es un gran vicio de la psique. Pero también, aunque no
tanto, que un equipo se agrande después de,
sin esperarlo, empatar el partido es igualmente repugnante. Son todos putos.
No son hombres nobles, guerreros de verdad, espartanos hechos para la guerra.
No son “300”, sino miles y miles de millones. Habría que tenerlo muy en cuenta.
Luego, hacer del fútbol un entrenamiento de la virilidad del alma es algo muy importante.
Ejercitar el acto de ser constante en la máxima expresión posible durante la
adversidad; aprender, además, a no agrandarse cuando la clavás en el ángulo de
ojete: eso no te da derecho a pavonearte como un campeón.
Este
domingo, lo vi a Belgrano de Córdoba empatar con Boca; este sábado, lo vi al
Madrid ganar a Barcelona; y ya hace unos días, al Chelsea vencer también a los
culés. En mayor o menor grado, en los tres partidos había un equipo que tenía
la pelota y atacaba siempre que podía; pero en los tres casos el sparring, el equipito rival, había hecho
un gol y, por tanto, se defendía todavía más de lo que había planeado, apostando
al contraataque. El Barça perdió los dos partidos. Boca empató el suyo, pero
igual lo que se dice aquí es bastante menos marcado en este caso…
Y
bueno, podés ganar así. Podés ganar tu liga española, o tu Champions. O por lo
menos, podés alejarte de la zona del descenso. Pero lo que no podés así, en
cambio, es dejar de ser un maricón, un innoble, un cagón. Un miserable, en
suma. Volveremos sobre esto… Voy a dejar el oporto y volver al café… Pero no,
mejor declarémoslo ahora mismo: dígase lo que se diga en su favor, el equipo
que le deja la pelota a su rival, por más que gane arteramente o de ojete, se
asume de antemano, antes del pitido inicial, como una entidad inferior.
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