Cefalea
en racimos
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¿Debo tomar LSD? |
Tuve
dolores de cabeza desde que era muy joven. Esos dolores no eran lo que normalmente
se considera un dolor de cabeza. Sin embargo, para matizar esta afirmación,
debo confesar que ni siquiera sé a qué se refiere la gente cuando dice que le
duele la cabeza. Puedo entender lo que le pasaba a esas viejas ridículas, las cogotudas
de las telenovelas de antes, a las que se les “partía” la cabeza, pero
solamente como puro teatro. Sólo los que tuvieron un dolor de cabeza como el mío
saben lo que es realmente un Dolor de cabeza. Los dolores de cabeza comunes, de
esos que la gente dice que tiene, apenas los tuve, si es que los tuve alguna
vez. Realmente no estoy seguro de haberlos tenido. Probablemente ello se deba a
que, comparados con los dolores de cabeza que yo tuve, esos dolores comunes siempre
me parecieron insignificantes. Dolores de cabeza, para mí, son los que tuve yo (y
otros de mi especie). Eran dolores…, como decirlo…, infinitos…
En
cierto modo, estas experiencias no pueden comunicarse realmente. Sólo las
“conoce” (cualitativamente) el que las ha tenido. Y sólo pueden describirse en
sentido metafórico, o abstracto, o científico… Esto es obvio, desde luego, pero
no por ello deja de encerrar los problemas más enormes de la metafísica. Sin
embargo, tales problemas —considerados normalmente en términos de la primera y
a la tercera persona— no vienen al caso en esta entrada. Sí viene al caso, en
cambio, que cuente que en realidad tengo dos tipos de dolores de cabeza. Por un
lado, los ya aludidos dolores tremendos, “infernales”; por otro lado, un dolor soportable,
“terrenal”. Pese a su intensidad moderada, este segundo dolor tampoco es un
dolor común. En lo que a nombres concierne, la cefalea del infierno se
denomina, entre otras varias maneras, “cefalea en racimos”, y la otra, la más
terrena, “cefalea tensional”. Cefalea tensional tengo ahora, mientras escribo.
La tengo casi todo el tiempo. La he tenido casi todo el tiempo desde que era muy
joven. La tuve desde que me enfermé jodido por primera vez. Eran principio de
los noventa, o tal vez exactamente 1990. No importa. En realidad, no me importa
mucho mi cefalea tensional. Con todo, señalaré que los que la tenemos, solemos
describirla como un dolor “tipo bincha”. Algo está haciendo tacto con tu
cabeza, como si en verdad se tratase de un objeto exterior a la piel. No es tan
simple como eso, sin embargo. Podría dar muchos detalles y ser mucho más exacto.
Podría decir, por ejemplo, que en realidad no he tenido esta cefalea todo el
tiempo, sino más bien todo el tiempo en que mi actividad psíquica fue intensa.
O podría precisarlo aún más y decir que la he tendido sobre todo cuando mi
actividad psíquica del momento aún no se ha tornado estable, no ha alcanzado un
ritmo estacionario. Valgan estas aproximaciones. Despachemos ya mi cefalea
tensional. Hablar mucho de ella me hace sentir un poco maricón.
Yo
no sabía que lo que tenía se llamaba cefalea en racimos. Lo ignoré durante unos
veinte años. Y al fin, hace cosa de unas semanas, me enteré. Hastiado de ver
los canales deportivos, empecé a ojear los de documentales. National Geographic
Channel, me parece, ya no es lo de antes. En cualquier caso, ahora pasa
documentales sobre drogadictos, deformes físicos, sadomasoquistas, enfermos
mentales, presidiaros, pervertidos sexuales, posesos, cosas así. Cosas tipo
morbo, tipo freak (como está de moda decir) y similares. En la época de los
reality show, los programas de documentales tienen que tratar mucho sobre esos
temas para tener alguna posibilidad de rating. Igual no sé. Que ése sea casi
todo el contenido (o por lo menos el mayoritario) me hace pensar. Pero éste tampoco
es el tema aquí. Entonces retomo el tema y digo: de madrugada veía yo uno de
esos documentales en NatGeo. Esta vez era sobre drogadictos. Pero era un tanto especial,
porque versaba sobre las posibilidades terapéuticas de los alucinógenos. La
cosa iba interesante, pero, en lo que a mí tocaba, puramente contemplativa. El
tema me era ajeno porque yo no tenía experiencia con ese tipo de drogas, ni
tampoco la intención de tenerla. Y todo siguió así hasta que… ¡zas!: un tipo
usaba un alucinógeno para combatir sus dolores de cabeza. La droga estaba en un
hongo, los dolores de cabeza eran extremadamente intensos, etcétera. Era lo mío.
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“Hongos mágicos” |
Creo
que se trataba de los llamados “hongos mágicos”. En ese caso, la droga sería la
psilocibina. El tipo se daba unos viajes de puta madre con esos hongos, y, supuestamente
por eso, no tenía más dolores de cabeza. Parece que el tipo, al igual que yo,
se enteró por Internet de que lo suyo se llamaba cefalea en racimos y de que
esos hongos constituían una de las posibilidades para combatirla. Primero el
tipo le había dado al oxígeno. El oxígeno, al parecer, está indicado para la cefalea
en racimos. En un flash-back, se lo
mostraba al tipo aspirando una bolsa con algo que, interpreté yo, era oxígeno.
El tipo tenía un dolor desesperante. Un suplicio. Era el momento del llanto y
del crujir de dientes. Tal vez el oxígeno funcionaba con él, pero, en todo
caso, no demasiado. Los hongos mágicos, en cambio, lo habían salvado. Él mismo
los cultivaba, cosa que requería un delicado proceso. De paso el tipo se pegaba
unos viajes copadísimos, podría suponerse. Sin embargo, el documental no sugería
que la experiencia fuese agradable, sino más bien al contrario. No sé si fue durante
el documental mismo o después en Internet cuando me enteré de que algunos
investigadores también estaban probando, para el mismo fin terapéutico, con el
LSD. Esa madrugada Wikipedia vino al poco tiempo del documental. Ya con el
documental había comenzado a alterarme, pero lo que leí en Wikipedia…
Conmoción.
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Cefalea en racimos (Wikipedia) |
«La
literatura médica describe el dolor de la cefalea en racimos como el más
intenso que un ser humano puede soportar sin perder la conciencia.»
También
entré en un foro dedicado a este mal. Leí algunas observaciones y comentarios. Igual
no miré mucho en ningún lugar, porque todavía no era el momento de estudiar el
tema… Mi estado psicológico era complejo, con sentimientos encontrados. Pero
esperen un momento, lo describiré después. Por lo pronto quiero refrendar lo
que dice Wikipedia. No sé cuán fidedigna es la cita anterior, por supuesto. Es vox
pópuli que hay que tener cuidado porque en Wikipedia te pueden llegar a mandar
cualquiera. Pero en lo que a mí respecta, la cita dice la verdad. No me consta
que la “literatura médica” describa así ese dolor, pero, si no lo hace, debería
describirlo. —¡Oh! ¡Cuánto sufro!— Yo
cuadraba perfectamente con el arquetipo del que padece cefalea en racimos. Lo
mío era todo tal cual posta pulenta como lo decía ahí. Para mí no habían dudas
de que la entrada de Wikipedia hablaba de tipos que tenían lo mismo que yo. Aquellos
dolores de cabeza carecían de todo límite. Eran dolores por encima de los
cuales sólo cabía el desmayo, la inconciencia.
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Lancé un chorro inesperado |
Hace
mucho tiempo, cuando yo vivía en el campo, me dio un ataque al despertar. Uno
se despierta con el nacimiento del dolor. Podría considerarse que primero te
despertás y que luego viene el dolor, pero yo creo que es al revés: el dolor
mismo es el que te despierta. Igual no estoy seguro. Pues bien, yo era medio pendejo
y vivía en el campo. Me desperté y el dolor, saltando de cumbre en cumbre, ascendió
hasta niveles excesivos… Hummm… Trato de recordar bien… Ahora creo que el dolor
se me fue pronto y que me quedé en la cama. Mi madre, que no sabía qué hacer,
me trajo algo de comer. Comí algo en la cama. Al poco volvió el dolor, pero
esta vez más fuerte, en un costado de la cabeza. Suele ser a un costado y
arriba, y en mi caso siempre en el mismo lugar. Era extremadamente intenso. Se
me saltaban las lágrimas. Me retorcía, además. Me entrelazaba con las sábanas y
las cobijas. Luego vomité. Fue de golpe, de súbito, de pronto. Lancé un chorro inesperado.
La crisis cedió en el acto. Mi padre, que allá por los ‘70 se había asustado
con El Exorcista, me homologó con
Linda Blair. Yo estaba poseído por el diablo. Eh bien. Desde que se convirtió, mi padre siempre fue un fanático
religioso. Yo describía mi dolor como si tuviera un cuchillo clavado en la
cabeza, arriba y al costado, como dije. Y un tipo removía el cuchillo. A veces
lo giraba un poco para un lado y después un poco para el otro. Otras veces lo
giraba en un solo sentido, taladrándome. En el primer caso, parecía afanarse
por astillar el hueso en la periferia del acero, y así, al fin, partirme la
cabeza; en el segundo caso, sin embargo, parecía obsesionado con lograr un
agujero prolijo, circular, bien recortado en mi cráneo. La idea era causarme el
mayor dolor posible. Supongo que este tipo de descripciones no ayudaban a que
mi padre se cuidara de que me vieran los médicos. No ayudaban a que sus
opiniones fueran un poco más biológicas. Opiniones como las mías, que, en mi
ignorancia, coqueteaban con un cáncer de cerebro.
La
última vez que tuve un período de cefalea en racimos fue en 2009. Esto
sorprenderá a algunos, pues, podrán pensar, ya estoy curado y, pese a haber
aparentado hablar de algo vigente, he estado hablando de mi pasado. Sin
embargo, a veces la cefalea en racimos remite durante años…, hasta que el dolor
—“la bestia”, como le dicen en el
foro aludido— ataca de nuevo. No diré nada más aquí sobre las características
de la enfermedad. Vayan a Wikipedia, o al foro, o… Por supuesto que me gustaría
ya no volver a tener cefalea en racimos, aunque no me hago muchas ilusiones.
Espero que ella ya sea cosa de mi pasado, pero lo dudo. Especialmente estos
días…, estas últimas semanas… Ir repetidamente al artículo de Wikipedia para
escribir esta entrada…. Sobre todo, ver una y otra vez el dibujo que aparece en
ese artículo… Pensar en esta entrada, disponerme a escribirla, escribir un
fragmento de ella… Estas cosas no me ponían bien. Me sentía, por ejemplo,
proyectado a 2009. Año de angustia para Jacob. Y no sólo por el violento
período de cefalea, sino también por otros motivos. Por ejemplo, ese año
falleció mi abuela rusa, con la que había vivido toda mi vida. Pero, más allá de
recuerdos espantosos, experimentaba cierto pánico. No era un pánico de putos, se
entiende, sino el miedo del héroe. No, yo no era un panicoso más. Sentía miedo,
es cierto, pero sobre un trasfondo épico y romántico. Desde ya, el temor tenía
como objeto la posibilidad de ingresar en un nuevo período de cefalea en
racimos. Todo era oscuro en mi alma, es cierto, pero a la vez majestuoso. Un
viento helado soplaba en la cima de la montaña. Mi destino trágico estaba
sellado.
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Seguro que me recetarán LSD |
Así
pues, yo era un héroe épico, trágico y romántico. Estaba en condiciones de
soportarlo todo con el fin de salvar al mundo. De hecho, ya lo había soportado
todo. El hecho de mi pasión era un fatum.
Además, participaba de una drama cósmico y trazaba una epopeya. Me tragaba el
universo. En eso de sufrir, no me había andado con chiquitas. Pero lo mejor de
todo era que había sobrevivido. Incluso era muy posible que yo fuera inmortal.
Mi reino se extendería por un sin fin de generaciones y sobre todos los infinitos
mundos… Pero no quisiera dar una impresión exagerada. No podía negar que yo
tenía bastante de héroe homérico, shakespeariano y byroniano, pero eso no era
todo. Lo mío no era mero “clasicismo”, porque yo también era moderno. Estaba
destinado a la psicodelia. ¿Debía tomar LSD? ¿Otras drogas alucinógenas? ¿Psilocibina?
¿Debía cultivar mis propios hongos mágicos? Algunos doctores trabajaban con
estas drogas. El tipo del documental se tomaba a sus hongos muy en serio. El
tipo del documental decía que, en su caso, la única alternativa a drogarse con esos
hongos era el suicidio. Puta, me decía yo: lo he sufrido todo. Yo, que siempre
había considerado la tortura como lo más abominable, había caído en sus garras.
¿Debía fundirme con el mundo? ¿Viajar al otro extremo de mi egocentrismo? ¿En qué
estarían pensando los médicos? Seguro que me recetarían LSD. Claro, mi caso no
sería como el de esos drogadictos medio roñosos que no tenían un carajo que
hacer. Jipis del orto. No, lo mío iría por una vía diferente. Mi estirpe olímpica
tenía una rama que pasaba por William Blake, Aldous Huxley y Jim Morrison… Uy,
me falta leer el librito de Huxley, Las
puertas de la percepción; pero está en mi rolliza biblioteca. Una hora de
lectura. Eh bien. En cualquier caso,
no se podrá negar que yo era uno de esos tipos que sabían ver el lado bueno…
infinito… de las cosas.
5 comentarios:
escribí. Escribí siempre que puedas, que está excelente. Hoy supe de tu blog. Leí todas las entradas. Las disfruté todas. Las que más, esta y la del tipo, o sea, vos. Me ayudó y sé que me seguirá ayudando. Enormes gracias,
Gabi
Un millón de gracias sinceras.
Yo no dudaria en tomar la unica posible cura.Saludos y suerte
En realidad no hablaste de ninguna cura,solamente de un paliativo...o entendí mal? Miré en Wikipedia, un sinónimo que me llamó la atención: cefalea suicida...suena más fuerte todavía!
Me gusta tu forma de escribir, seguí así! Abrazo!
Siento mucho molestarte, llegue a la pagina tambien por el documental de Nat geo, en realidad para saber si esto de el lsd y la cefalea en racimos era real... quisiera que me digas si volviste a tener esos dolores o si realmente probaste con la droga... estoy un poco desesperada
gracias!
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