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domingo, 17 de junio de 2012

¿Debo tomar LSD?



Cefalea en racimos





¿Debo tomar LSD?
Tuve dolores de cabeza desde que era muy joven. Esos dolores no eran lo que normalmente se considera un dolor de cabeza. Sin embargo, para matizar esta afirmación, debo confesar que ni siquiera sé a qué se refiere la gente cuando dice que le duele la cabeza. Puedo entender lo que le pasaba a esas viejas ridículas, las cogotudas de las telenovelas de antes, a las que se les “partía” la cabeza, pero solamente como puro teatro. Sólo los que tuvieron un dolor de cabeza como el mío saben lo que es realmente un Dolor de cabeza. Los dolores de cabeza comunes, de esos que la gente dice que tiene, apenas los tuve, si es que los tuve alguna vez. Realmente no estoy seguro de haberlos tenido. Probablemente ello se deba a que, comparados con los dolores de cabeza que yo tuve, esos dolores comunes siempre me parecieron insignificantes. Dolores de cabeza, para mí, son los que tuve yo (y otros de mi especie). Eran dolores…, como decirlo…, infinitos…
En cierto modo, estas experiencias no pueden comunicarse realmente. Sólo las “conoce” (cualitativamente) el que las ha tenido. Y sólo pueden describirse en sentido metafórico, o abstracto, o científico… Esto es obvio, desde luego, pero no por ello deja de encerrar los problemas más enormes de la metafísica. Sin embargo, tales problemas —considerados normalmente en términos de la primera y a la tercera persona— no vienen al caso en esta entrada. Sí viene al caso, en cambio, que cuente que en realidad tengo dos tipos de dolores de cabeza. Por un lado, los ya aludidos dolores tremendos, “infernales”; por otro lado, un dolor soportable, “terrenal”. Pese a su intensidad moderada, este segundo dolor tampoco es un dolor común. En lo que a nombres concierne, la cefalea del infierno se denomina, entre otras varias maneras, “cefalea en racimos”, y la otra, la más terrena, “cefalea tensional”. Cefalea tensional tengo ahora, mientras escribo. La tengo casi todo el tiempo. La he tenido casi todo el tiempo desde que era muy joven. La tuve desde que me enfermé jodido por primera vez. Eran principio de los noventa, o tal vez exactamente 1990. No importa. En realidad, no me importa mucho mi cefalea tensional. Con todo, señalaré que los que la tenemos, solemos describirla como un dolor “tipo bincha”. Algo está haciendo tacto con tu cabeza, como si en verdad se tratase de un objeto exterior a la piel. No es tan simple como eso, sin embargo. Podría dar muchos detalles y ser mucho más exacto. Podría decir, por ejemplo, que en realidad no he tenido esta cefalea todo el tiempo, sino más bien todo el tiempo en que mi actividad psíquica fue intensa. O podría precisarlo aún más y decir que la he tendido sobre todo cuando mi actividad psíquica del momento aún no se ha tornado estable, no ha alcanzado un ritmo estacionario. Valgan estas aproximaciones. Despachemos ya mi cefalea tensional. Hablar mucho de ella me hace sentir un poco maricón.
Yo no sabía que lo que tenía se llamaba cefalea en racimos. Lo ignoré durante unos veinte años. Y al fin, hace cosa de unas semanas, me enteré. Hastiado de ver los canales deportivos, empecé a ojear los de documentales. National Geographic Channel, me parece, ya no es lo de antes. En cualquier caso, ahora pasa documentales sobre drogadictos, deformes físicos, sadomasoquistas, enfermos mentales, presidiaros, pervertidos sexuales, posesos, cosas así. Cosas tipo morbo, tipo freak (como está de moda decir) y similares. En la época de los reality show, los programas de documentales tienen que tratar mucho sobre esos temas para tener alguna posibilidad de rating. Igual no sé. Que ése sea casi todo el contenido (o por lo menos el mayoritario) me hace pensar. Pero éste tampoco es el tema aquí. Entonces retomo el tema y digo: de madrugada veía yo uno de esos documentales en NatGeo. Esta vez era sobre drogadictos. Pero era un tanto especial, porque versaba sobre las posibilidades terapéuticas de los alucinógenos. La cosa iba interesante, pero, en lo que a mí tocaba, puramente contemplativa. El tema me era ajeno porque yo no tenía experiencia con ese tipo de drogas, ni tampoco la intención de tenerla. Y todo siguió así hasta que… ¡zas!: un tipo usaba un alucinógeno para combatir sus dolores de cabeza. La droga estaba en un hongo, los dolores de cabeza eran extremadamente intensos, etcétera. Era lo mío.
“Hongos mágicos”
Creo que se trataba de los llamados “hongos mágicos”. En ese caso, la droga sería la psilocibina. El tipo se daba unos viajes de puta madre con esos hongos, y, supuestamente por eso, no tenía más dolores de cabeza. Parece que el tipo, al igual que yo, se enteró por Internet de que lo suyo se llamaba cefalea en racimos y de que esos hongos constituían una de las posibilidades para combatirla. Primero el tipo le había dado al oxígeno. El oxígeno, al parecer, está indicado para la cefalea en racimos. En un flash-back, se lo mostraba al tipo aspirando una bolsa con algo que, interpreté yo, era oxígeno. El tipo tenía un dolor desesperante. Un suplicio. Era el momento del llanto y del crujir de dientes. Tal vez el oxígeno funcionaba con él, pero, en todo caso, no demasiado. Los hongos mágicos, en cambio, lo habían salvado. Él mismo los cultivaba, cosa que requería un delicado proceso. De paso el tipo se pegaba unos viajes copadísimos, podría suponerse. Sin embargo, el documental no sugería que la experiencia fuese agradable, sino más bien al contrario. No sé si fue durante el documental mismo o después en Internet cuando me enteré de que algunos investigadores también estaban probando, para el mismo fin terapéutico, con el LSD. Esa madrugada Wikipedia vino al poco tiempo del documental. Ya con el documental había comenzado a alterarme, pero lo que leí en Wikipedia… Conmoción.

Cefalea en racimos (Wikipedia)
«La literatura médica describe el dolor de la cefalea en racimos como el más intenso que un ser humano puede soportar sin perder la conciencia.»

También entré en un foro dedicado a este mal. Leí algunas observaciones y comentarios. Igual no miré mucho en ningún lugar, porque todavía no era el momento de estudiar el tema… Mi estado psicológico era complejo, con sentimientos encontrados. Pero esperen un momento, lo describiré después. Por lo pronto quiero refrendar lo que dice Wikipedia. No sé cuán fidedigna es la cita anterior, por supuesto. Es vox pópuli que hay que tener cuidado porque en Wikipedia te pueden llegar a mandar cualquiera. Pero en lo que a mí respecta, la cita dice la verdad. No me consta que la “literatura médica” describa así ese dolor, pero, si no lo hace, debería describirlo. —¡Oh! ¡Cuánto sufro!— Yo cuadraba perfectamente con el arquetipo del que padece cefalea en racimos. Lo mío era todo tal cual posta pulenta como lo decía ahí. Para mí no habían dudas de que la entrada de Wikipedia hablaba de tipos que tenían lo mismo que yo. Aquellos dolores de cabeza carecían de todo límite. Eran dolores por encima de los cuales sólo cabía el desmayo, la inconciencia.
Lancé un chorro inesperado
Hace mucho tiempo, cuando yo vivía en el campo, me dio un ataque al despertar. Uno se despierta con el nacimiento del dolor. Podría considerarse que primero te despertás y que luego viene el dolor, pero yo creo que es al revés: el dolor mismo es el que te despierta. Igual no estoy seguro. Pues bien, yo era medio pendejo y vivía en el campo. Me desperté y el dolor, saltando de cumbre en cumbre, ascendió hasta niveles excesivos… Hummm… Trato de recordar bien… Ahora creo que el dolor se me fue pronto y que me quedé en la cama. Mi madre, que no sabía qué hacer, me trajo algo de comer. Comí algo en la cama. Al poco volvió el dolor, pero esta vez más fuerte, en un costado de la cabeza. Suele ser a un costado y arriba, y en mi caso siempre en el mismo lugar. Era extremadamente intenso. Se me saltaban las lágrimas. Me retorcía, además. Me entrelazaba con las sábanas y las cobijas. Luego vomité. Fue de golpe, de súbito, de pronto. Lancé un chorro inesperado. La crisis cedió en el acto. Mi padre, que allá por los ‘70 se había asustado con El Exorcista, me homologó con Linda Blair. Yo estaba poseído por el diablo. Eh bien. Desde que se convirtió, mi padre siempre fue un fanático religioso. Yo describía mi dolor como si tuviera un cuchillo clavado en la cabeza, arriba y al costado, como dije. Y un tipo removía el cuchillo. A veces lo giraba un poco para un lado y después un poco para el otro. Otras veces lo giraba en un solo sentido, taladrándome. En el primer caso, parecía afanarse por astillar el hueso en la periferia del acero, y así, al fin, partirme la cabeza; en el segundo caso, sin embargo, parecía obsesionado con lograr un agujero prolijo, circular, bien recortado en mi cráneo. La idea era causarme el mayor dolor posible. Supongo que este tipo de descripciones no ayudaban a que mi padre se cuidara de que me vieran los médicos. No ayudaban a que sus opiniones fueran un poco más biológicas. Opiniones como las mías, que, en mi ignorancia, coqueteaban con un cáncer de cerebro.
La última vez que tuve un período de cefalea en racimos fue en 2009. Esto sorprenderá a algunos, pues, podrán pensar, ya estoy curado y, pese a haber aparentado hablar de algo vigente, he estado hablando de mi pasado. Sin embargo, a veces la cefalea en racimos remite durante años…, hasta que el dolor —“la bestia”, como le dicen en el foro aludido— ataca de nuevo. No diré nada más aquí sobre las características de la enfermedad. Vayan a Wikipedia, o al foro, o… Por supuesto que me gustaría ya no volver a tener cefalea en racimos, aunque no me hago muchas ilusiones. Espero que ella ya sea cosa de mi pasado, pero lo dudo. Especialmente estos días…, estas últimas semanas… Ir repetidamente al artículo de Wikipedia para escribir esta entrada…. Sobre todo, ver una y otra vez el dibujo que aparece en ese artículo… Pensar en esta entrada, disponerme a escribirla, escribir un fragmento de ella… Estas cosas no me ponían bien. Me sentía, por ejemplo, proyectado a 2009. Año de angustia para Jacob. Y no sólo por el violento período de cefalea, sino también por otros motivos. Por ejemplo, ese año falleció mi abuela rusa, con la que había vivido toda mi vida. Pero, más allá de recuerdos espantosos, experimentaba cierto pánico. No era un pánico de putos, se entiende, sino el miedo del héroe. No, yo no era un panicoso más. Sentía miedo, es cierto, pero sobre un trasfondo épico y romántico. Desde ya, el temor tenía como objeto la posibilidad de ingresar en un nuevo período de cefalea en racimos. Todo era oscuro en mi alma, es cierto, pero a la vez majestuoso. Un viento helado soplaba en la cima de la montaña. Mi destino trágico estaba sellado.
Seguro que me recetarán LSD
Así pues, yo era un héroe épico, trágico y romántico. Estaba en condiciones de soportarlo todo con el fin de salvar al mundo. De hecho, ya lo había soportado todo. El hecho de mi pasión era un fatum. Además, participaba de una drama cósmico y trazaba una epopeya. Me tragaba el universo. En eso de sufrir, no me había andado con chiquitas. Pero lo mejor de todo era que había sobrevivido. Incluso era muy posible que yo fuera inmortal. Mi reino se extendería por un sin fin de generaciones y sobre todos los infinitos mundos… Pero no quisiera dar una impresión exagerada. No podía negar que yo tenía bastante de héroe homérico, shakespeariano y byroniano, pero eso no era todo. Lo mío no era mero “clasicismo”, porque yo también era moderno. Estaba destinado a la psicodelia. ¿Debía tomar LSD? ¿Otras drogas alucinógenas? ¿Psilocibina? ¿Debía cultivar mis propios hongos mágicos? Algunos doctores trabajaban con estas drogas. El tipo del documental se tomaba a sus hongos muy en serio. El tipo del documental decía que, en su caso, la única alternativa a drogarse con esos hongos era el suicidio. Puta, me decía yo: lo he sufrido todo. Yo, que siempre había considerado la tortura como lo más abominable, había caído en sus garras. ¿Debía fundirme con el mundo? ¿Viajar al otro extremo de mi egocentrismo? ¿En qué estarían pensando los médicos? Seguro que me recetarían LSD. Claro, mi caso no sería como el de esos drogadictos medio roñosos que no tenían un carajo que hacer. Jipis del orto. No, lo mío iría por una vía diferente. Mi estirpe olímpica tenía una rama que pasaba por William Blake, Aldous Huxley y Jim Morrison… Uy, me falta leer el librito de Huxley, Las puertas de la percepción; pero está en mi rolliza biblioteca. Una hora de lectura. Eh bien. En cualquier caso, no se podrá negar que yo era uno de esos tipos que sabían ver el lado bueno… infinito… de las cosas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

escribí. Escribí siempre que puedas, que está excelente. Hoy supe de tu blog. Leí todas las entradas. Las disfruté todas. Las que más, esta y la del tipo, o sea, vos. Me ayudó y sé que me seguirá ayudando. Enormes gracias,
Gabi

Torres Postolov dijo...

Un millón de gracias sinceras.

Anónimo dijo...

Yo no dudaria en tomar la unica posible cura.Saludos y suerte

Unknown dijo...

En realidad no hablaste de ninguna cura,solamente de un paliativo...o entendí mal? Miré en Wikipedia, un sinónimo que me llamó la atención: cefalea suicida...suena más fuerte todavía!
Me gusta tu forma de escribir, seguí así! Abrazo!

Anónimo dijo...

Siento mucho molestarte, llegue a la pagina tambien por el documental de Nat geo, en realidad para saber si esto de el lsd y la cefalea en racimos era real... quisiera que me digas si volviste a tener esos dolores o si realmente probaste con la droga... estoy un poco desesperada

gracias!