Cefalea
en racimos
¿Debo tomar LSD? |
En
cierto modo, estas experiencias no pueden comunicarse realmente. Sólo las
“conoce” (cualitativamente) el que las ha tenido. Y sólo pueden describirse en
sentido metafórico, o abstracto, o científico… Esto es obvio, desde luego, pero
no por ello deja de encerrar los problemas más enormes de la metafísica. Sin
embargo, tales problemas —considerados normalmente en términos de la primera y
a la tercera persona— no vienen al caso en esta entrada. Sí viene al caso, en
cambio, que cuente que en realidad tengo dos tipos de dolores de cabeza. Por un
lado, los ya aludidos dolores tremendos, “infernales”; por otro lado, un dolor soportable,
“terrenal”. Pese a su intensidad moderada, este segundo dolor tampoco es un
dolor común. En lo que a nombres concierne, la cefalea del infierno se
denomina, entre otras varias maneras, “cefalea en racimos”, y la otra, la más
terrena, “cefalea tensional”. Cefalea tensional tengo ahora, mientras escribo.
La tengo casi todo el tiempo. La he tenido casi todo el tiempo desde que era muy
joven. La tuve desde que me enfermé jodido por primera vez. Eran principio de
los noventa, o tal vez exactamente 1990. No importa. En realidad, no me importa
mucho mi cefalea tensional. Con todo, señalaré que los que la tenemos, solemos
describirla como un dolor “tipo bincha”. Algo está haciendo tacto con tu
cabeza, como si en verdad se tratase de un objeto exterior a la piel. No es tan
simple como eso, sin embargo. Podría dar muchos detalles y ser mucho más exacto.
Podría decir, por ejemplo, que en realidad no he tenido esta cefalea todo el
tiempo, sino más bien todo el tiempo en que mi actividad psíquica fue intensa.
O podría precisarlo aún más y decir que la he tendido sobre todo cuando mi
actividad psíquica del momento aún no se ha tornado estable, no ha alcanzado un
ritmo estacionario. Valgan estas aproximaciones. Despachemos ya mi cefalea
tensional. Hablar mucho de ella me hace sentir un poco maricón.
Yo
no sabía que lo que tenía se llamaba cefalea en racimos. Lo ignoré durante unos
veinte años. Y al fin, hace cosa de unas semanas, me enteré. Hastiado de ver
los canales deportivos, empecé a ojear los de documentales. National Geographic
Channel, me parece, ya no es lo de antes. En cualquier caso, ahora pasa
documentales sobre drogadictos, deformes físicos, sadomasoquistas, enfermos
mentales, presidiaros, pervertidos sexuales, posesos, cosas así. Cosas tipo
morbo, tipo freak (como está de moda decir) y similares. En la época de los
reality show, los programas de documentales tienen que tratar mucho sobre esos
temas para tener alguna posibilidad de rating. Igual no sé. Que ése sea casi
todo el contenido (o por lo menos el mayoritario) me hace pensar. Pero éste tampoco
es el tema aquí. Entonces retomo el tema y digo: de madrugada veía yo uno de
esos documentales en NatGeo. Esta vez era sobre drogadictos. Pero era un tanto especial,
porque versaba sobre las posibilidades terapéuticas de los alucinógenos. La
cosa iba interesante, pero, en lo que a mí tocaba, puramente contemplativa. El
tema me era ajeno porque yo no tenía experiencia con ese tipo de drogas, ni
tampoco la intención de tenerla. Y todo siguió así hasta que… ¡zas!: un tipo
usaba un alucinógeno para combatir sus dolores de cabeza. La droga estaba en un
hongo, los dolores de cabeza eran extremadamente intensos, etcétera. Era lo mío.
“Hongos mágicos” |
Cefalea en racimos (Wikipedia) |
También
entré en un foro dedicado a este mal. Leí algunas observaciones y comentarios. Igual
no miré mucho en ningún lugar, porque todavía no era el momento de estudiar el
tema… Mi estado psicológico era complejo, con sentimientos encontrados. Pero
esperen un momento, lo describiré después. Por lo pronto quiero refrendar lo
que dice Wikipedia. No sé cuán fidedigna es la cita anterior, por supuesto. Es vox
pópuli que hay que tener cuidado porque en Wikipedia te pueden llegar a mandar
cualquiera. Pero en lo que a mí respecta, la cita dice la verdad. No me consta
que la “literatura médica” describa así ese dolor, pero, si no lo hace, debería
describirlo. —¡Oh! ¡Cuánto sufro!— Yo
cuadraba perfectamente con el arquetipo del que padece cefalea en racimos. Lo
mío era todo tal cual posta pulenta como lo decía ahí. Para mí no habían dudas
de que la entrada de Wikipedia hablaba de tipos que tenían lo mismo que yo. Aquellos
dolores de cabeza carecían de todo límite. Eran dolores por encima de los
cuales sólo cabía el desmayo, la inconciencia.
Lancé un chorro inesperado |
La
última vez que tuve un período de cefalea en racimos fue en 2009. Esto
sorprenderá a algunos, pues, podrán pensar, ya estoy curado y, pese a haber
aparentado hablar de algo vigente, he estado hablando de mi pasado. Sin
embargo, a veces la cefalea en racimos remite durante años…, hasta que el dolor
—“la bestia”, como le dicen en el
foro aludido— ataca de nuevo. No diré nada más aquí sobre las características
de la enfermedad. Vayan a Wikipedia, o al foro, o… Por supuesto que me gustaría
ya no volver a tener cefalea en racimos, aunque no me hago muchas ilusiones.
Espero que ella ya sea cosa de mi pasado, pero lo dudo. Especialmente estos
días…, estas últimas semanas… Ir repetidamente al artículo de Wikipedia para
escribir esta entrada…. Sobre todo, ver una y otra vez el dibujo que aparece en
ese artículo… Pensar en esta entrada, disponerme a escribirla, escribir un
fragmento de ella… Estas cosas no me ponían bien. Me sentía, por ejemplo,
proyectado a 2009. Año de angustia para Jacob. Y no sólo por el violento
período de cefalea, sino también por otros motivos. Por ejemplo, ese año
falleció mi abuela rusa, con la que había vivido toda mi vida. Pero, más allá de
recuerdos espantosos, experimentaba cierto pánico. No era un pánico de putos, se
entiende, sino el miedo del héroe. No, yo no era un panicoso más. Sentía miedo,
es cierto, pero sobre un trasfondo épico y romántico. Desde ya, el temor tenía
como objeto la posibilidad de ingresar en un nuevo período de cefalea en
racimos. Todo era oscuro en mi alma, es cierto, pero a la vez majestuoso. Un
viento helado soplaba en la cima de la montaña. Mi destino trágico estaba
sellado.
Seguro que me recetarán LSD |