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miércoles, 4 de febrero de 2015

¿Qué desigualdad le conviene al Capitalismo? La lucha metafísica.


Hará dos o tres semanas. Vi un poco del programa de José Pablo Feinmann, en el que habla de filosofía política… Decía que nuestros países de Suramérica tenían que tener algo así como conciencia del clase, saber que son los países pobres. Por esto, tenían que estar en conflicto con los países ricos; por eso, no debían dejar engañarse por el FMI o entidades por el estilo. Lo que ellos nos propusiesen a sus habitantes, siempre sería para su beneficio y nuestro perjuicio. Pido disculpas al señor Feinmann por lo que pueda distorsionar lo que dijo, porque en todo caso es con la mejor intención; porque en general, en lo más básico, pienso como él. Creo que estoy de acuerdo con él por más que, desde mi adolescencia, algunas cosas me hicieron ruido en relación a posturas de este género. La idea contraria pondría el énfasis en lo siguiente: si un país rico quiere sacar el mejor partido de un país pobre, no le conviene que... sea pobre…; se entiende: no le conviene que su pobreza sea mayor de cierto grado, porque un país de clase media, digamos, le podría ser más útil a un país rico; éste lo podría explotar mejor, porque un país de clase media siempre será más eficiente y productivo, y por tanto más rentable. Huelga ahondar. Por esto, parecería que al país rico lo que verdaderamente le conviene es mantener la diferencia con el país dominado: la colonia económica debe ser, digamos, tres escalones inferior en el plano económico que la metrópoli económica...
Esto haría posible que a la metrópoli le conviniese que la colonia fuese incluso de clase media alta, como decimos por aquí; para esto, la metrópoli económica debería ser Súper-Rica. Con todo, en el mundo hay condiciones de desigualdad que sobrepasan toda racionalidad económica intrínseca al sistema capitalista. Yo diría que salvo por una situación de estrategia de guerra, a ninguna metrópoli le convendría un país en el que prime la desnutrición infantil. Hablaríamos aquí de una guerra de inteligencia, a la manera de la guerra fría. La desigualdad absoluta y anti-económica se toleraría en este caso para ganar terreno geopolítico, una vez conseguido el cual se permitiría el ascenso económico hasta el nivel que le es útil al Imperio. Por lo demás, es obvio que en todo esto está implícita la tesis verosímil según la cual las riquezas naturales del mundo todavía bastan para que nadie deba morirse de hambre, o incluso, me atrevería a aventurar, para que la nación más pobre del mundo fuese una del nivel económico actual de… la Argentina, pongamos por caso.
En lo que estoy enteramente de acuerdo con el señor Feinmann es en la noción de lucha. Inevitablemente, los indigentes, pobres o menos ricos estarán en conflicto con los de clase media, los ricos y los Mega-Magnates desde el punto de vista económico. La idea de B. Russell de sustituir la competencia por la cooperación me parece, hoy en día, utópica. Sólo se coopera al interior de un grupo o clase, y aún en ese caso hay competencia interna, y muy fuerte cuando hay dinero y poder en juego. Para mí, en última instancia, la lucha es el estado de naturaleza, pero no sólo del Hombre a lo Hobbes, sino del Mundo mismo a la manera del metafísico. La realidad es el resultado de un equilibrio de fuerzas, y éstas a veces pujan entre sí con violencia titánica. Y esto es la Guerra.