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miércoles, 16 de mayo de 2012

Boca y Alemania



(La presente entrada fue escrita el 26 de abril de 2012. Era la madrugada siguiente al día en que tuvieron lugar los hechos futbolísticos citados en el texto. El primer borrador fue finalizado a las 3:33 a.m. Sí, corrijo las entradas: Internet no debería ser sinónimo de “cualquierismo”. Tiempos bárbaros los que corren. ¡Pero si mi blog está mejor escrito incluso que algunos libros académicos de la Argentina! Ni modo: yo no transo con la chantada. Así pues, ¡sigan mi ejemplo! ¡Pongan esmero, condenados!)

No paro de festejar. Río ante la pantalla. Río, a mandíbula batiente. Ganó Boca; perdió el Real Madrid. Boca pasó a cuartos de final de la Copa Argentina; el Real fue eliminado de la Champions. Los goles decisivos de Boca los hizo nuestro bello (no soy homosexual) Mouche. Pero lo mejor es que Cristianito Ronaldo erró un penal en la serie definitiva. No paro de festejar…, bueno, ahora sí, un poco, porque las yemas de mis dedos tocan el mundo, y eso me llena de solemnidad. En cualquier caso, hace unos momentos no paraba de festejar: blandía el torso, flexionaba los brazos, apretaba los puños en alto, inclinaba la cabeza, prensaba los abdominales, tensaba el cuello: clásico festejo futbolístico, y deportivo en general. Mi día había empezado mal: cansancio, angustia y eso. Pero la angustia es de putos; por tanto, no debo permitírmela. Y el cansancio venía por el estrés, viste. Pero un estrés particular: el de los obsesivos. Pero las obsesiones son cosa de caprichos, de chavales miedosos. Luego, un obsesivo es un chico caprichoso. Qué loco, ¿no? Toda una vida de estudios tras mis espaldas para llegar a la conclusión de que la angustia es de putos y la obsesión de caprichosos. Ergo, no seas maricón, pendejo, o te zurro. Varias patadas en el culo y asunto arreglado. Se terminó; ya está; te enderezaste. Ahora sos un hombre nuevo. ¿O vas a ser una nenita toda tu vida? “Puto”: el término no debe ser entendido en sentido homofóbico, sino en el sentido brasileño de la palabra. ¿Cuál es este sentido? Separaré la respuesta en dos partes. Primera parte: es un sentido popular. Segunda parte: pregúntenle al profesor que tuve cuando cursé el tercer nivel de portugués en la Facultad de Filosofía… ¿O fue en el segundo nivel? Bueno, después les consigo el dato. Es muy importante. Pasemos a otra cosa.
El apodo más formal de mi sobrino es “Calzoncillito”. El chico es todavía muy pequeño y le queda bien. En nuestro contexto futbolero suele aparecer un latiguillo, un cliché, una frase recurrente, una muletilla, una frase hecha: algo de este tipo de cosas (agradecería al que pudiera determinar exactamente la categoría). Reza: “¡Qué puto que es Gómez!”. Siempre en el sentido brasileño, claro. Una frase recurrente. A veces suena musical, casi un adagio. Yo trato de no participar en este intercambio, pero no se puede con la persistencia, el capricho, y la inventiva de Calzoncillito. Esto viene a cuento porque fue el equipo de Gómez el que sacó al Madrid de la Champions. Mario Gómez, del Bayern de Múnich. Mario Gómez nos cagó a goles incontables veces en el FIFA 12. De este hecho se deduce el “cliché”. El odio ficcional hacia Gómez y, por extensión, hacia el Bayern, es enorme. Gómez con su jopo, su culito parado, su cara de superhéroe de cómic de la década de 1930. Pero hoy, por unas horas, yo fui alemán. Hoy fui de Múnich. Hoy saludé a Gómez, a Schweinsteiger (que le pega bien de afuera) y a toda esa manga de malvados alemanes. No pude evitarlo. Hasta hace poco festejaba, por Boca y por lo del Bayern. Solo, en el pasillo de mi estudio, sentía que los goleadores me comunicaban esa euforia incomparable que conlleva marcar un tanto. He aquí mi descargo: el Bayern de Múnich —con Gómez, es cierto, pero también con Schweinsteiger y Robben (el holandés halado)— le ganó al Real Madrid. Por tanto, el equipo bávaro le ganó, en particular, a Cristiano Ronaldo, a ese galancete fanfarrón con cara de Betty Boop. Cristiano Ronaldo: merengue, pedante, torpe, vulgar, sin espíritu (cito a Schopenhauer hablando de Hegel). Cristianito Ronaldo, que se erró un penal. Mourinho rezaba al borde del campo, pero de nada sirvió. Mourinho, el repelente técnico portugués de un equipo con varios portugueses, conjuraba al Diablo para que fuera en ayuda de los merengues. Pero nada. Y la pedantería untuosa, por no decir “grasa”, fue nuevamente derrotada. El bien siempre termina ganando.
Tal vez mi encono contra Ronaldo sea exagerado, pero realmente no creo que CR7 sea un buen cristiano. Espero equivocarme, porque entonces venderá todo lo que tiene y se lo dará a los pobres; en ese caso, serían muchos, pero muchos los pobres alimentados. Me disculpo con todos sus familiares y fans si estoy juzgándolo mal. Pues quizá, en el fondo, sea un buen muchacho. Quizá sólo tenga lo que antes se llamaba “complejo de inferioridad”. En un reportaje, Fabián Casas nos hablaba de la ideología del amo y del esclavo. El amo, nos decía Casas, era el que no tenía por qué demostrar nada, mientras que el esclavo siempre tenía que exhibirse. Y yo me digo: ¡claro!, por eso Cristiano se desnuda el muslo cuando hace un gol. Nuestro Messi, en cambio, es el amo. Por eso Cristiano le tiene rencor. En fin, algunos dicen que el cristianismo es la ideología del resentimiento… Pero nuestro Messi no; nuestro Messi es un buen muchacho. —¿Se dieron cuenta de que a veces mira como De Niro en sus mejores películas?— Me mola. Ironías aparte, poniéndonos serios, Messi es una pinturita de muchacho; su único pecado es tener todos los millones de euros que tiene, pero eso no es culpa suya. Messi: seriecito, sencillo, y absolutamente genial. Incluso parece bueno, macanudo, pulenta. Los Cristianos difícilmente lleguen a eso alguna vez.
Para terminar, un vítor para los autores de la hazaña: los héroes del equipo alemán. Porque, dígase lo que se diga de los alemanes, no puede negarse que en el fútbol tienen la gran virtud que predicábamos en la entrada anterior: los alemanes no se caen anímicamente. Algunos fanáticos incluso dicen que cuando a un equipo alemán le hacen un gol, ese equipo ya sabe que ganará el partido. Y algo de eso hay, porque, por más malvados que sean los alemanes, tienen algunas cosas buenas que enseñar. No sólo tienen a Beethoven, a Goethe, y a Gauss. También tienen su fútbol. Un fútbol para hombres.